Hace
poco un británico de origen árabe escribió que las aerolíneas son un microcosmos del país al que pertenecen, y que en ese sentido Avianca representa
el clasismo arraigado de la sociedad colombiana. Este británico, quien vive desde 2014 en Bogotá, apenas se acomodaba en primera clase del vuelo Bogotá-Londres, cuando la azafata extrañada y azarada se acercó a pedirle el pasa
bordo. Él mostró su pasa bordo y a pesar de estar en su puesto, la azafata
en vez de disculparse por su intromisión y ofrecerle una bebida, insistió que
la fila seis quedaba atrás, mientras señalaba con autoridad los asientos de la
sección económica. A la azafata su estructura mental le impedía entender que un
joven de piel oscura, vestido con jeans, camiseta y tenis pudiera viajar en
primera clase en un vuelo transatlántico.
El
episodio de la azafata podría ser algo aislado, idiotas sin tacto los hay en
todas partes. Lo que evidencia el arraigo de la estructura clasista en
Colombia fue la incapacidad del narcotráfico, con todo su poder de penetración,
de poder pertenecer a las altas esferas sociales. Los narcotraficantes
eligieron y coronaron reinas de belleza, trajeron animales de África, tenían
piscinas en distintas formas (una con el mapa del Caquetá), ponían al campeón
del fútbol colombiano, financiaron campañas presidenciales (una comprobada ocho
mil veces), ejecutaron magnicidios, aterrorizaron con sus bombas a toda la
sociedad, tramitaron leyes a su medida en el Congreso (narcomicos), pero hubo
algo que jamás pudieron hacer: pertenecer a la élite social ni a sus clubes
sociales (al punto que el narco “Chepe” Santacruz hizo en Cali una réplica del Club
Colombia después que le negaran la entrada). Los narcotraficantes eran vistos
como parias en las altas esferas, es más, a las personas que hacían parte de su
círculo y se relacionaron con los narcos fueron excluidos y expulsados de los
clubes sociales. (Dicen que esto le pasó al suegro de Juan Pablo Montoya).
Se
podría pensar que es un rechazo de la alta esfera hacia la criminalidad, pero
no hay que ser fiscal para saber que un gran número de personas que pertenecen a
ésta se reparten los grandes contratos del Estado a cambio de financiación
electoral, evaden impuestos, utilizan “inside
information” para sacar provecho en el mercado accionario, se apropian de
terrenos por donde está diseñado el trazo de una nueva carreteras o/y compran
bodegas donde se va constituir una zona franca. Es una elite que castiga los
crímenes violentos, pero convive y coexiste con crímenes de cuello blanco.
Claro que rechazan la violencia que viene de la mano con el narcotráfico, pero
parte de su molestia está que un mestizo, de poco modales, puede acceder a los
mismos espacios a los que ellos acceden (Como también les molesta los
“levatandos”, así su fortuna sea legitima).
El
problema del clasismo va más allá de las elites, se puede argumentar que en todo
el mundo éstas son clasistas, pero el clasismo en Colombia es tan arraigado que gente
de clase media también empiezan a cometer actos clasistas, como la azafata. Muchas
personas clasistas de clase media confunden lo elemental, cuando hay escándalos de
grandes desfalcos financieros, si el criminal tiene en su mayoría genes
europeos, por inercia dicen “es un tipo súper bien”. Es decir, se califica de bien a la persona por sus rasgos y por sus apellidos, antes
que por sus acciones. Parece un mal chiste tener que aclarar que una persona
sea un “tipo bien” lo determina su comportamiento y no su ADN.
Esto
de “ser bien” trasciende el ADN al nombre de pila, solo el tener un nombre que
se salga de los estándares de “ser bien”, es suficiente para ser excluido. No
se necesita hacer un estudio para saber que Gonzalo Shroeder tendrá mucho más
éxito en el mercado laboral que Johan Gonzalez. En su época de académico, Alejandro Gaviria (CEDE
–Universidad de los Andes) sí realizó el estudio y pudo determinar que las
personas “sin tocayo” ganan hasta 10% menos, y que en la medida que se comparan
personas con más años de educación, la brecha se hace aun más grande.
Mucha
veces se ha dicho en Colombia hay más clasismo que racismo. Esto es más grave
desde la exclusión (menos grave desde los actos violentos), porque el clasismo
termina excluyendo a más personas (es mayor la sumatoria de personas humildes
blancas, mestizas, árabes, indígenas y afros, que lo que puede excluir el
racismo). El problema del clasismo va más allá de lo anecdótico, que si un
narco le rechazan la entrada a un club social. El problema está que el
clasismo, diferencia y excluye, y en el “mejor” de los casos genera desinterés
e indiferencia por el otro. Este clasismo puede explicar, en parte, la razón de
décadas en que el Estado colombiano ha sido tan indolente con las personas más
humildes. La lógica parte que las clases dominantes no se sienten relacionadas
con ellos, y por esto, son excluidos de la provisión de bienes públicos o los
que se proveen son de baja calidad, de manera análoga son como la azafata que
al ver a una persona de piel oscura inmediatamente piensan que la persona
pertenece y merece estar bien atrás.
muy bueno!
ReplyDeleteBIEN
ReplyDeleteBIEN
ReplyDeleteMejor no puede ser esta publicación
ReplyDelete