Suficiente
se ha hablado del fútbol que acaba de pasar. Basta ya de memes sobre la mordida
de Suárez, de compartir el link de los bailes de Colombia. Suficiente de las
notas mediocres de los periodistas que ocupan los noticieros, donde abunda la
harina y se ausentan las neuronas. Suficiente de Guerrero y Marocco,
periodistas que nunca debieron dejar la provincia, que incitan a la
mediocridad, y que se ganan la vida repitiendo lugares comunes, y perogrulladas
“quien meta el primer gol tiene más posibilidades de ganar” o “ambos equipos
tienen chances de victoria”. Acá quiero compartir siete conclusiones de la
primera ronda que se pueden extrapolar a otros aspectos de la vida, estás
lecciones ya son conocidas, el valor está en ver como estas dos semanas de
Mundial las ratifican y les siguen dando vigencia.
1. El primer paso es mental. Sampaoli al enterarse que jugaba contra
España y Holanda dijo: “jugamos contra el campeón del mundo y el subcampeón,
pero vamos a pasar de primeros”, el equipo chileno pasó de segundo pero
clasificó en un grupo durísimo, y no pasó en junio, pasó en diciembre con la
mentalidad de su director técnico. Esto me recuerda un perfil que hizo Héctor
Abad sobre Vargas Llosa al ganarse el premio Nobel, en él decía “para ser genio,
primero hay que creerse genio”.
2. A los medios les interesa más vender una noticia interesante que divulgar
una verídica. Una periodista de AP, con la que estudié en EE.UU, me dijo
“The first thing you do in journalism is keep the story interesting”, e ideal
que esto vaya de la mano de la veracidad, pero si no..…. Fue lo mismo que hicieron varios medios al
ver el llanto de Serey Die (léase berreada) durante el himno de Costa de Marfil.
Era mucho más fácil divulgar que el llanto era por el fallecimiento de su padre
hace dos horas, que la verdad “aburrida” y menos interesante que lloraba de
emoción al oír el himno de su país. En esto se equivocaron referentes del
periodismo deportivo como: L'Equipe, Gazzetta Sport, Daily Mail, The Telegraph
y O Globo. Los medios venden noticias, y como todo vendedor en ocasiones se alejan
de la verdad para que un producto opaco pueda brillar.
3. Querer al jefe aumenta la productividad. Pasar del papelón de la
eliminación a poner en jaque al súper favorito Brasil y avanzar a la segunda
ronda, tiene un nombre: “Piojo” Herrera. Hace ochos meses dos goles de EE.UU a
Panamá en los últimos minutos salvaron a México de la humillación. La
Federación Mexicana desesperada le dio la dirección técnica al “Piojo” Herrera,
y éste con la misma materia prima pasó del fracaso a la clasificación a octavos
con un equipo equilibrado y sólido. Bruno Marioni, quien jugó muchos años en la
Liga Mexicana, atribuyó el éxito de México al carisma de Herrera, pues según él
“todos los jugadores lo quieren”. Esto es clave, tanto en el fútbol como en
cualquier otra profesión, si el empleado quiere al jefe le da resultados, pues
los éxitos son gracias a las personas que dan lo máximo de sí mismos. Bien lo
dijo Asprilla “uno necesita un técnico por el que uno se haga matar en la
cancha”.
4. El que no innova, el que no se adapta está destinado a fracasar. El
presidente de General Motors confesó en una entrevista (en la Revista
Portafolio) que siempre le regala a sus vicepresidentes el libro “solo los
paranoicos sobreviven”, un libro que cuenta sobre la filosofía de negocios de
Intel. A del Bosque le hubiera servido el libro. Una España lenta y predecible
se fue muy rápido del Mundial a pesar de tener a un genio como Iniesta. Vicente
del Bosque la tenía muy difícil, es duro cambiar en la victoria, es igual que
detectar una enfermedad que no manifiesta síntomas. Tal vez con un poco de
paranoia, del Bosque se habría dado cuenta que desde la Eurocopa, a pesar del
campeonato, el equipo venía con falencias. Le faltó renovación, dejó por fuera
a Isco, Lloretente y Negredo. No adaptó alternativas de ataque en su sistema de
juego. La eliminación del campeón del mundo me recuerda una frase que le atribuyen
a Darwin “quien sobrevive no es el más fuerte, ni el más inteligente sino quien
mejor se adapta al cambio”.
5. No importa lo que se es, sino lo que se quiere y se puede ser. En
un libro de Bukowski de “Woman”, en una pelea, se tiene la siguiente discusión:
“You don’t understand. I’m going to be great. I have more potential than you
have!’ ‘Potential,’ I said, ‘doesn’t mean a thing. You’ve got to do it. Almost
every baby in a crib has more potential than I have”. La frase es cierta, muchas de las
personas mediocres mueren teniendo potencial. Sin embargo, Pekerman pasó de ser
taxista a dirigir dos mundiales, donde tiene el record de 8 partidos consecutivos
(5 con Argentina y 3 con Colombia) sin perder (sólo superado por un técnico que
tiene 9, y a Pekerman le queda al menos un partido más). Él nunca se visualizó
como taxista, era un trabajo transitorio para ser lo que en verdad siempre fue:
un gran director técnico.
6. Colombia es un país de alcohólicos. Lo preocupante es que muchos
ven esta enfermedad como una virtud. Se hacen chistes flojos “es mejor ser
borracho conocido que alcohólico anónimo”. Existe la cultura de es más hombre quien
“tumba” al otro, es decir, quien tiene la capacidad de ingerir más y más
alcohol sin parar. La cultura de un país que toma sin comer “no se me dañan los
tragos”. Parece increíble que para evitar desmanes, riñas y muertes, se tomen
medidas drásticas como la ley seca, y en muchos sitios toque de queda. La
explicación es simple: el aguardiente ha matado más gente que las FARC. Sólo en
Bogotá, mucha gente estaba furiosa por la ley seca de Petro, pues había frustración
que no se podía empezar a tomar un jueves a las 11am. Esto lo tiene muy claro Enrique
Peñalosa a quien le preguntaron sobre los problemas del país y dijo “Los padres
toman mucho y consienten muy poco a sus hijos”.
7. Solo se conoce la felicidad, si primero se desciende al infierno. Muchos
pueden alegrarse, subirse al bus de la victoria, salir a la calle echar harina,
y tener una disculpa más para emborracharse y estar con los seres queridos. Otros
pueden ir a Brasil tomarse fotos y disfrutar de las victorias. Yo también me
alegro con los triunfos de Nairo Quintana, y me alegré con las victorias de
Montoya, pero es un sentimiento efímero, que a las pocas horas se olvida. La
verdadera felicidad la sentimos los que siempre estuvimos ahí. Los que sufrimos
con el 0-9 en Londrina (El equipo Telecom), los que esperábamos una victoria ante
Perú para ir a nuestro cuarto mundial consecutivo, y sufrimos el gol del “Ñol”
Solano. Los que pensamos que después del fracaso de Maturana (uno de doce),
podríamos ir a Alemania 2006, para que luego una tripleta de Zalayeta nos
dejara otros cuatro años sin Mundial. Los que vimos en la Copa América de
Venezuela en 2007 un recambio generacional, para en el debut caer goleados 0-5
ante Paraguay, y luego ilusionados por el siguiente partido, volvimos a caer goleados
contra Argentina 2-4. Los esperanzados que Lara, después del desastre de Pinto,
nos podía encaminar a Sudáfrica 2010, para una vez más caer derrotados en el
Centenario. Los días eran grises, uno no se hallaba, solo se esperaba que el
tiempo se llevará el malestar. No se leía un periódico o se veía ningún noticiero.
En la memoria quedaban esos goles sufridos, y cada vez que se recordaban la
amargura resurgía.
La
Selección Colombia era una novia mala, de esas que uno quiere a pesar que solo responden
con desilusiones. Por más que uno quisiera alejarse de ella no se podía. Como
un enfermo uno siempre tenía la ilusión que la felicidad estaría cerca. Se le
defendía de los críticos y los desilusionados. Porque el amor es incondicional,
no es una transacción donde se intercambian buenos momentos (tu me haces feliz,
yo te hago feliz). Por eso, ahora miro las dos semanas que acaban de pasar y no
paro de sonreír. Por eso grito los goles con toda la fuerza, porque los tuve
atragantados por muchos años. No es una felicidad eufórica, es una felicidad
que no me la creo, que a veces dudo si es realidad o imaginación. Cada vez que
recuerdo que es realidad la seguridad de Ospina, los goles de James, la forma
de encarar de Cuadrado, la valentía de Yepes, la hombría de Sánchez y los
bailes de Armero me dan ganas de llorar, porque la verdadera felicidad la
determinan las lágrimas, y solo puedo decir GRACIAS.
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